Querido amor, hace unos días, un amigo del coro tuvo una emergencia y fue trasladado al mismo hospital de emergencias en que estuviste tú cuando te dio el infarto. Fue inevitable para mi recordar y revivir aquellos momentos de enero de 2023. Y todos los momentos que vinieron luego. Aparecen imágenes en mi mente una tras otra. Lo primero que veo siempre son tus pies en la camilla cada vez que la puerta de cuidados intensivos se abría y era todo cuanto podía ver. La semana en que te debatías entre la vida y la muerte y la incertidumbre de no saber que sucedería o que sería lo mejor para ti. Eso era a lo que me aferraba en mis oraciones, que fuera lo mejor para ti. Y supongo que así fue pues partiste tranquilo, en paz.
Nunca he llorado tanto por nadie, las noches eran testigo y compañía de mis lágrimas y mis recuerdos. Me aferraba a todo lo que tuviera que ver contigo. Recuerdo ahora aquel cabello tuyo que encontré en tu sillón favorito, y que no quise retirar un buen tiempo de ahí para sentir tu compañía. Tu olor impregnado en una prenda que aún conservo así y que en momentos de nostalgia me acercan a ti. El olor a vela encendida también me llevaba a ti y por muchos meses mantuve tu costumbre de encender una vela de vez en cuando.
Recuerdo también las primeras semanas que me animé a salir a correr al parque sin ti. Los primeros días las lágrimas fluían y yo corría automáticamente. Sentía tu presencia a mi lado trotando y conversando, siempre tenías algo que contar. Por mucho tiempo seguí conversando contigo en esas carreras en solitario. Quería saber como estabas, quería saber que te fuiste sin sufrir, quería saber que era tu momento, quería, quería, quería tantas cosas.
Me preguntaba cuanto tiempo se vive un duelo, y con mi experiencia comprendí que no hay un tiempo correcto ni establecido. Que lo que hacemos es aprender a vivir sin nuestro ser amado, pero los recuerdos permanecen, los que llenan de alegría y los que dan nostalgia. Aprendí que si es posible volver a sonreír, volver a sentir que la vida es bonita, y que te puedo extrañar pero ahora sin llorar.
Ahora puedo sentarme en tu sillón, leer tus libros, sentir tu olor, imaginarte conversando, escuchar nuestra música y mirarte a los ojos por las noches. Estoy también en un renacer, un reaprender, un reecontrarme conmigo misma, un saber quien soy ahora yo. Te amo mucho y siempre te llevo en el corazón.
Qué bella frase, Cecilia… “Con algunos desajustes mentales, pero soy buena persona” resuena como un himno íntimo de autenticidad. Me recordó de inmediato esa joya de Pablo Milanés, “El tiempo pasa… nos vamos poniendo viejos”. Porque sí, el tiempo pasa, y con él llegan los desajustes, las cicatrices, las contradicciones… pero también la ternura, la sabiduría y esa capacidad de seguir siendo buena persona a pesar de todo.
ResponderEliminarTu frase abraza con dulzura esa verdad que Milanés canta con melancolía: que la vida nos transforma, pero no nos quita lo esencial.
Gracias por compartir pensamientos que, como esa canción, nos hacen mirar hacia adentro con cariño y sin juicio.
Magnífico texto.
Un fuerte abrazo.
Hola Enrique, la vida nos enseña, el tiempo nos da sabiduría y comprensión, y también aceptación.
EliminarUn abrazo
Bello relato uno siempre debe crecer . te mando un beso.
ResponderEliminarHola Judit, si, la vida continúa y hay que seguir adelante con gratitud.
EliminarUn beso
Se siente todo el amor, el duelo y esa luz que empieza a asomar entre tanta memoria. Gracias por compartir algo tan intimo 💛 un beso, hermosa.
ResponderEliminarHola Hada de las Rosas, gracias por venir por acá , por tus palabras que animan y por acompañar mi proceso.
EliminarUn beso