Querido amor, veo tu rincón de oración, tu biblia llena de marcadores, y frases resaltadas y te acompaño mentalmente en tu continua búsqueda de Dios. Es curioso como tu camino iba tomando diversos rumbos. Me contabas siempre de como tu mamá era de ir a procesiones, rezar novenas y rosarios, y tú, como hijo mayor, eras su fiel acompañante. Imagino que todo esto dejó huella en ti. Eras un buscador incansable de cuanto te propusieras, y en esta, tu búsqueda de Dios, no fuiste menos perseverante.
Solíamos ir a misa dominical en familia. Cuando los niños eran pequeños, íbamos a la misa de niños para que ellos no se aburrieran. Luego ello formarían parte de un grupo musical de niños en la parroquia alemana y ahí les acompañábamos cada domingo. Yo me fui acoplando y hasta la fecha, sigo asistiendo a esa parroquia. En esa época empezaste a hacer visitas al Santísimo, y te volviste devoto. Tenías turno para acompañarlo, y eras muy ferviente. Tu fe era admirable.
Luego de algunos años, te fuiste alejando de tus visitas, y empezaste a orarle a Dios desde casa. De pronto empezaste a leer acerca del judaísmo y adoptaste muchas de sus celebraciones y ritos. Leías con ahínco la biblia, la misma biblia que fue de tu mamá y que aún hoy tiene un sitio especial en casa. Ya no disfrutabas de salir a la calle, te fuiste aislando, y encontraste así tu manera de alabar a Dios y cultivar tu fe desde casa. Habías empezado a tener episodios de olvidos y esto te asustaba. En ciertos aspectos eras a veces como un jovencito.
Yo solía bromearte y decirte que eras mas papista que el papa. Eras muy estricto siguiendo costumbres antiguas al pie de la letra, y eso te hacia feliz. Ahora creo que te daban seguridad y certezas. Y yo, aunque a veces te cuestionaba o no lograba entender tus cambios, respetaba tu camino y te acompañaba en tus alabanzas.
Alguna vez te dije que en realidad todo esto era externo y que Dios, tu verdadero Dios, habitaba ya en tu corazón. Me mirabas con ternura y sonreías, y seguías con tus ritos. Me contabas siempre del gran banquete al que asistirías al irte de este mundo terrenal, y me consuela saber que ahí mismo llegaste a celebrar con tu buen Dios. Te extraño, te abrazo, y te amo siempre mi buscador incansable.






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