Querido amor, te cuento que ayer vinieron de visita Carlos y Dorita y tal como había imaginado fue un encuentro muy emotivo en el que tú también estuviste presente. Me trajeron de regalo una hermosa orquídea, que ahora contemplo mientras te escribo, y tomamos una botella de vino tinto en tu honor.
En su visita hubo de todo, risas y lágrimas, recuerdos y anécdotas, emoción y nostalgia, cariño y añoranza. Y en cada uno de esos momentos pudimos sentir tu presencia entre nosotros. Ellos querían saber cada detalle de tu vida desde que perdimos el contacto hasta tu partida intentando armar la parte de historia que les faltaba. Escuchaban con avidez todo lo que les iba narrando.
Vimos fotos de los últimos tiempos y Carlos se emocionó mucho cuando le dije que tú nunca habías sido de muchas amigos y que la amistad que habías mantenido con él fue muy especial. Me contó que durante mucho tiempo pensó que fue culpa suya el distanciamiento y al escucharme comprendió que no fue así.
Me comentaron que siempre les gustó conversar contigo y conocer tu opinión pues eras muy centrado y te gustaba saber de todo. Se admiraron y sonrieron cuando les conté que hasta el último día seguiste estudiando y aprendiendo cosas nuevas .
Pude comprobar una vez mas que las verdaderas amistades no requieren verse cada día para mantener el vínculo. La conversación fluyó con naturalidad como en los viejos tiempos, nos pusimos al día de todo lo acontecido en nuestras familias y nos despedimos con un hasta pronto.
Recordarte con ellos fue intenso y a la vez sanador, me ayudó en el proceso de aceptar tu ausencia y apreciar todo lo compartido. Te amo mucho y te mando un abrazo grande, grande.