Querido amor, estos días que estoy ayudando a nuestra Va con el bebé, mis recuerdos viajan a través del tiempo y nos veo en nuestros inicios. Recuerdo especialmente cuando llegamos a casa con ella en brazos, tan llenos de amor y a la vez de temor, inseguros ante cualquier eventualidad, pero con muchas ganas de hacer las cosas bien.
Yo tenía 23 años cuando ella nació y tú 28 y nos hacía mucha ilusión formar nuestra familia. Leíamos libros de crianza y nos preparábamos para el futuro. Recuerdo las noches de desvelos, faltos de sueño pero ilusionados, contemplando a nuestra pequeña con admiración. Vigilábamos su sueño, su respiración, y todo lo que pudiera pasarle. Dos años después, el nacimiento de Artu nos tomó mas experimentados, mas seguros, pero aún llenos de dudas. Aprendimos juntos los 4 en el camino de la vida, cometimos errores y aciertos, pero nunca nos dimos por vencidos.
Hoy, que tú ya no estás, me acompañan ellos, y me siento orgullosa de los adultos en que se han convertido. Son en esencia, buenas personas, de nobles sentimientos y sólidos principios. Y puedo pensar entonces que todo valió la pena. Gracias por la linda familia que logramos tener, gracias por cada momento que nos tocó vivir, de todos aprendimos. Te amo, te extraño y te recuerdo mucho.
Qué bellas palabras, Soñadora. Tu relato inunda el alma de quien quiera leerte. En cada línea se siente el amor que construyeron, la entrega silenciosa, los desvelos compartidos y la fuerza que nace del vínculo familiar. Me conmovió especialmente cómo, a pesar de la ausencia física, el recuerdo de tu compañero sigue iluminando tu presente con gratitud y orgullo.
ResponderEliminarGracias por abrir tu corazón y regalarnos este pedacito de tu historia. Leerlo es un recordatorio de que el amor verdadero no desaparece, sino que se transforma en memoria, en legado, en presencia sutil que nos acompaña siempre.
Un abrazo lleno de admiración desde este rincón del Mediterráneo.