Querido amor, pensaba estos días en como la vida nos toma por sorpresa con sus giros inesperados. Un día estás presente, disfrutando la vida, con proyectos, sueños, planes y al día siguiente no estás más. Y nunca sabemos cuando se puede dar ese cambio brusco, contundente, estremecedor.
Así de sorpresiva fue tu partida, nos tomó desprevenidos, y en un instante la vida cambió. Pienso con frecuencia que esto hizo mas doloroso el camino. Aún hoy me encuentro a veces preguntándome porqué las cosas se dieron así. En mi fuero interno imaginé siempre que cuando uno de los dos partiera, sería tras un proceso, que incluiría una íntima conversación, una última reconciliación, un paseo mental por nuestra vida en común, un agradecimiento por tanto compartido. Pero no, no hubo nada de esto. Y de pronto todas aquellas palabras que uno guarda para esa despedida se quedan atascadas, guardadas, sin salir. Uno descubre así que no hay que guardar pendientes, que hoy es el mejor momento para hacer lo que se tenga que hacer.
Agradezco poderte escribir estas cartas, me ayudan a procesar los sentimientos, las ausencias, las tristezas, el dolor. Me ayudan a recordar todo lo bueno, lo compartido lo vivido. Me permiten mantenerte vivo en mi memoria, y valorar todo lo que vivimos juntos. Los últimos años nos cuidamos mutuamente, cada uno a su manera, intentando darle al otro el apoyo que requiriese y eso lo atesoro en el corazón. Nos llenamos de detalles significativos, aprendimos a tener una convivencia pacífica, armoniosa, y también supimos apreciar los silencios y las palabras.
Te amo mucho y te recuerdo siempre.